Ya está bien. Una vez más, las cabezas huecas se amontonan
frente al televisor esperando algún dato escabroso sobre la muerte de una niña,
una persona…da igual…no aprendemos…nos gusta la carnaza…¡qué asco!
¿Y dónde están esos defensores del espectador? ¿Esos
organismos que regulan no sé qué y no sé cuántos? ¿y dónde está el respeto? Por
los fallecidos, por los familiares, por la intimidad…
Imaginemos que en nuestro barrio, gente que podamos conocer,
sufre alguna tragedia similar. En un barrio, no tendría
más trascendencia que el entorno más cercano y algún que otro cotilleo. Sin
embargo, en estos casos, todo un pueblo, toda una región, todo un país, señalan
con el dedo y comentan. ¡Mira! La madre de la niña…¡Mira! El hermano de la
niña…
Nos da igual destrozar la vida de alguien; y aunque me
indigna que la gente siga estos sucesos, lo que verdaderamente me repugna es
que los responsables de los contenidos de noticiarios televisados y radiados
tengan el descaro de sacrificar su ética (si es que la tienen) en pos de la
audiencia.
Supongo que el ciudadano medio espera el fatal desenlace quizás con la esperanza de que se resuelva felizmente. Pero una vez sucedido, no consigo entender la preocupación de algunos por saber sobre la niñera, el familiar cercano o el profesor de turno. Y lo que no es concebible es que todo ello sea televisado.
Asco y vergüenza.
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